martes, 23 de febrero de 2010

El Tamal

Cierto día, Ma´tila, pensaba en la manera de hacer trabajar al menor de sus hijos y el mas holgazán.
André anda a la huerta y trae hojas de plátano
Renegando fue y trajo el encargo.
André anda a la huerta y trae totora.
Esta vez el negrito no quiso ir...
Ma´tila se puso como una fiera, cogió de las bembas aquel gandul y lo sentó junto al fogón, a vigilar el maíz que hervía en una olla enorme.
Una hora después…
Sacaron la olla del fogón, botaron el agua y el maíz sancochado dejaron enfriar, luego en un batan lo molieron.
Cuando el maíz estaba molino lo colocaron en una vasija, Ma´tila, roció un guiso sobre la masa y comenzó a amasarlo.
Cogió un puñado de masa y lo colocó sobre las hojas de plátano, lo envolvió y amarro con la totora, dándole la forma de un paquete.
André ayuda a tu amá…
-el negrito todo nervioso comenzó a envolver el paquete, pero la masa se le escurría por los costados…
-ta mal negó ta mal y –plac- golpe con el negro…

Ese día, André no aprendió a envolver el paquete.

-cuando el negrito salió a vender la mercadería y le preguntaban cómo se llamaba aquel envoltorio que contenía maíz molido, relleno de huevo, aceituna y carne de cerdo. El negrito acordándose del manazo en la cabeza, en tono irónico le respondía ta´mal…
Poco tiempo después al negrito se le escuchaba pregonar todas las mañanas: ta´mal… ta´mal…

sábado, 13 de febrero de 2010

El brujo que se convertia en gallo

Facundo Nazario, mas conocido como facunay, era un temido brujo de Huaral. Durante su existencia, la fama de brujo cumplidor, se expandió por toda la región y visitantes de lejanas ciudades, llegaban a él.

Un atardecer del mes de junio, un lujoso automóvil negro se detuvo frente al jacal del brujo y un rechoncho hombre blanco bajó de él. El brujo ya sabía que el personaje en mención venia recomendado por el dueño de la hacienda y lo esperaba en la sombra -bajo las ramas de una higuera-. Cayó la noche y la conversación llegó a su final. El sureño, en señal de conformidad apretándole las manos se despidió.

El domingo de la misma semana, Don Amílcar volvió; buscó al brujo por todos los rincones y no lo encontró, solo halló un mensaje escrito en una hoja de papel:

“el gallo esta en el corral”

Era el último día de fiesta del pueblo, y aquella tarde se definía el Campeonato Nacional de Gallos de Pelea a Navaja. Después de la verificación de navajas y al sonar de campanillas los gallos fueron puestos en la arena.
La expectativa que cundía entre los espectadores por ver esta pelea de repente se corto… ambos gallos eran medios raros, uno era robusto y de pelaje de colores vivos, que más parecía un matón de gallinero, mientras el otro… era un gallo viejo, de pocas plumas y de color indefinido -estaba entre el negro y el plomo- y un moñonsito de plumas era su cola…
Cuando cantó el gallo más joven… una vocecita desde la tribuna grito… ¡ese es mi máximo! Pero cuando escuchó el canto del rival, los espectadores lo vieron palidecer…
El moro apenas vio a su rival, se lanzó contra él, e impuso su fuerza y juventud;
El careador al ver que el cenizo -nombre que le pusieron los apostadores- perdía mucha sangre se lanzó al ruedo y lo llevo a su esquina.

Los espectadores pifiaban a rabiar –no era la manera de acabar una final- y a gritos pidieron a los jueces que los gallos tenían que pelear hasta que uno de ellos enterrara el pico…

El careador, que de reojo miraba a don Amílcar, recibió la señal que el gallo debía seguir peleando.

Nuevamente los gallos se encontraron en la arena, el moro quiso nuevamente sorprender a su adversario pero se contuvo, -esta vez su rival estaba en guardia y con odio lo miraba-.
la pelea estaba dispareja, el cenizo se desangraba y el moro ya cantaba victoria y para colmo de su vanidad, empezó a caminar en círculos y mirando a su adversario con desdén.

Así pasaron interminables minutos, que a los sufridos espectadores le parecieron horas.
Los jueces ya querían dar como ganador al gallo local, pero los apostadores venidos de otras ciudades se opusieron. Ordenaron entonces a los careadores que llevasen a los gallos, a sus respectivas esquinas.
En este receso don Amílcar se acerco simuladamente al careador y le susurro unas palabras al oído.
Después de dirimir, los jueces ordenaron que nuevamente los gallos entrasen en la arena; el careador dejó echadito al cenizo. -Tal fue la manera que lo acomodo que parecía que el gallo no tuviera herida alguna.

Al levantarse la madera que separaba a ambos rivales, el cenizo voló de tal manera que de un solo navajazo abrió a Máximo en dos.
El espectáculo fue de película e hizo que el coliseo reventara de emoción. Los foráneos que fueron los únicos que apostaron a favor de Don Amílcar corrieron a felicitarlo, -al fin conseguía el trofeo que tanto había anhelado-.

Mientras unos se alegraban, en las gradas, un viejo de ojos secos lloraba…
Dos días después que ocurrieron estos hechos, Don Amílcar se apareció por la casa de Facunay, y le encontró con el brazo izquierdo vendado, entonces corroboró lo que por ahí se rumoreaba, dejo lo pactado en la mesa y sin decir palabra alguna se marchó…

viernes, 5 de febrero de 2010

El tesoro del "Cerro el Inka"

Hace mucho tiempo, en el mes de abril los pobladores huaralinos se dirigían a los cementerios de los gentiles y se dedicaban a excavar sus tumbas. El huaqueo empezaba después de beberse una botella de anisado y de chacchar hojas de coca.
Estos eran tres inseparables amigos, que habían encontrado en esta actividad una fuente de ingresos. En una noche muy oscura en que se encontraban en las faldas del cerro el Inka, divisaron a lo lejos una luz que brillaba como la candela, al acercarse hallaron un cántaro semi-enterrado, lleno de objetos de oro.


Cogieron sus palas y empezaron a retirar la arena de los costados; pero sucedía que cuando trataban de levantarlo, el cántaro se hacía muy pesado y se iba al fondo.
Hacía mucho que la lamparita de kerosene se había apagado y los tres amigos cansados por la faena decidieron retirarse, pero aunque parezca un cuento, el hoyo que habían cavado estos hombres era muy profundo. Desesperados intentaron llegar a la superficie, pero por más que lo intentaban no lo lograban, en eso sopló un viento muy fuerte y los cubrió de arena.
Hoy en día este lugar está poblado y los moradores en noches muy oscuras, escuchan los llantos y lamentos de estos huaqueros que por su codicia acabaron sepultados.