Había amanecido más temprano que de costumbre y antes que el sol asomase ya estábamos en la estación del tren.
No habría pasado mucho tiempo, cuando se escucho un bocinazo potente y a lo lejos se vio un penacho de humo negro. Venia silbando con un pitido atronador que casi me ensordeció, era una mole gigante de color marrón o negro -no lo recuerdo bien- enseguida el pitido del tren se volvió a escuchar mucho más cerca y un tercer bocinazo marco que el bendito tren cruzaba el paso a nivel. Recuerdo la oleado de calor que desprendió cuando paso por mi lado y la forma en que temblaba la tierra.
Allí estaba... no podía creerlo, era mucho más grande, ruidoso e imponente de lo que hubiera imaginado jamás. Aquel con el que tantas veces había soñado y que en mi primer viaje me transportaría a un mundo totalmente nuevo y desconocido para mí: al mundo de la gran ciudad...
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