Esta historia me la contó, el gran poeta y narrador: Juan de la Gueva.
Me dice que esto ocurrió, cuando las imágenes de los santos, oían, hablaban y caminaban.
El pueblo de Huaral, desde su fundación española, quedó bajo la egida protectora del profeta del desierto “San Juan el Bautista” quien según la biblia, bautizó a Jesús y después, por pedido de una mujer acabó con la cabeza en una bandeja.
En aquellos tiempos Huaral era Vice-Parroquia de Chancay. En el templo no existía la imagen (estatua) del santo, sino en estampa (dibujo), en cambio en el vecino pueblo de pescadores, había una estatua que compartía el templo junto a Pedro “Patrono de Chancay”.
Los huaralinos de ese entonces, gentes de armas tomar, decidieron a toda costa apropiarse de dicha imagen que sin mayor importancia se encontraba en el templo chancayano.
Una noche un grupo de belicosos llegó al vecino pueblo, y en un dos por tres, cargaron con el santo y no pararon hasta llegar al pueblo, donde los ansiosos devotos los esperaban.
Por la mañana los pescadores se dieron cuenta de este acto sacrílego, se armaron hasta los dientes y en mancha fueron tras los agresores.
Tras ardorosa pelea en la que se impuso el número y las armas, recuperaron la imagen.
Los raptores quedaron apenados y para mitigar su dolor, realizaron misas y en sus lamentos pedían la vuelta del santo, sin imaginar que sus ruegos obrarían tan anhelado milagro.
Ya… en el templo Juan fue colocado al costado de Pedro, donde tuvieron la siguiente conversación…
*Juan te noto diferente ¿Estas muy pensativo? Preguntó Pedro.-Es cierto –contesto Juan- te digo… Huaral es un pueblo generoso y hospitalario, apenas llegué, me llevaron al templo y me colocaron en una hornacina construida especialmente para mí y ya se hacían los preparativos para celebrarme una fiesta en mi honor, con paseíto incluido, cuando llegaron mis salvadores. En todo este periplo me he dado cuenta que, en esa bendita tierra está mi futuro.
*pero Juan, tu perteneces aquí… este es tu hogar.
-Te equivocas Pedro, dos soles no pueden brillar en un mismo lugar, es por eso que he decidido marcharme esta noche.
Al día siguiente cuando el sacristán entró al templo, halló tras la puerta, al mismísimo santo, todo empolvado como si hubiese atravesado a pie toda la Pampa del Inca. El alborozo que produjo este acontecimiento fue de película, pero la alegría les duro poco tiempo, porque a las pocas horas se presentaron nuevamente los chancayanos y se llevaron a su santo dejando a los huaralinos con las manos en alto.
Esto se repitió una y otra vez, el milagroso Juancho estaba decidido a ser Patrono de Huaral, viajaba entre gallos y medianoche -pese a que los chancayanos ponían guardias en la puerta del templo-.
En ese va y viene pasó mucho tiempo, hasta que los chancayanos se vieron ganados por el cansancio y la imagen del santo pudo al fin descansar en su nuevo hogar.
En una de las conversaciones que sostuvo Juan con Pedro, este le habría hecho la siguiente confesión:Pedro -le dijo- en Huaral tuve una conversación con el encargado de mi custodia, me ofreció un altar, una fiesta anual donde yo sería el patrono principal y me construiría una capillita para mi solito lejos del pueblo, con la condición que me quedara con ellos.
Es por eso que año tras año, la tradición es sacar el santo de su hornacina, llevarlo en romería a las lomas de granados donde tiene su capilla y después de rendirle un merecido homenaje, es paseado por sus fieles por las lomas de los cerros…
Me dice que esto ocurrió, cuando las imágenes de los santos, oían, hablaban y caminaban.
El pueblo de Huaral, desde su fundación española, quedó bajo la egida protectora del profeta del desierto “San Juan el Bautista” quien según la biblia, bautizó a Jesús y después, por pedido de una mujer acabó con la cabeza en una bandeja.
En aquellos tiempos Huaral era Vice-Parroquia de Chancay. En el templo no existía la imagen (estatua) del santo, sino en estampa (dibujo), en cambio en el vecino pueblo de pescadores, había una estatua que compartía el templo junto a Pedro “Patrono de Chancay”.
Los huaralinos de ese entonces, gentes de armas tomar, decidieron a toda costa apropiarse de dicha imagen que sin mayor importancia se encontraba en el templo chancayano.
Una noche un grupo de belicosos llegó al vecino pueblo, y en un dos por tres, cargaron con el santo y no pararon hasta llegar al pueblo, donde los ansiosos devotos los esperaban.
Por la mañana los pescadores se dieron cuenta de este acto sacrílego, se armaron hasta los dientes y en mancha fueron tras los agresores.
Tras ardorosa pelea en la que se impuso el número y las armas, recuperaron la imagen.
Los raptores quedaron apenados y para mitigar su dolor, realizaron misas y en sus lamentos pedían la vuelta del santo, sin imaginar que sus ruegos obrarían tan anhelado milagro.
Ya… en el templo Juan fue colocado al costado de Pedro, donde tuvieron la siguiente conversación…
*Juan te noto diferente ¿Estas muy pensativo? Preguntó Pedro.-Es cierto –contesto Juan- te digo… Huaral es un pueblo generoso y hospitalario, apenas llegué, me llevaron al templo y me colocaron en una hornacina construida especialmente para mí y ya se hacían los preparativos para celebrarme una fiesta en mi honor, con paseíto incluido, cuando llegaron mis salvadores. En todo este periplo me he dado cuenta que, en esa bendita tierra está mi futuro.
*pero Juan, tu perteneces aquí… este es tu hogar.
-Te equivocas Pedro, dos soles no pueden brillar en un mismo lugar, es por eso que he decidido marcharme esta noche.
Al día siguiente cuando el sacristán entró al templo, halló tras la puerta, al mismísimo santo, todo empolvado como si hubiese atravesado a pie toda la Pampa del Inca. El alborozo que produjo este acontecimiento fue de película, pero la alegría les duro poco tiempo, porque a las pocas horas se presentaron nuevamente los chancayanos y se llevaron a su santo dejando a los huaralinos con las manos en alto.
Esto se repitió una y otra vez, el milagroso Juancho estaba decidido a ser Patrono de Huaral, viajaba entre gallos y medianoche -pese a que los chancayanos ponían guardias en la puerta del templo-.
En ese va y viene pasó mucho tiempo, hasta que los chancayanos se vieron ganados por el cansancio y la imagen del santo pudo al fin descansar en su nuevo hogar.
En una de las conversaciones que sostuvo Juan con Pedro, este le habría hecho la siguiente confesión:Pedro -le dijo- en Huaral tuve una conversación con el encargado de mi custodia, me ofreció un altar, una fiesta anual donde yo sería el patrono principal y me construiría una capillita para mi solito lejos del pueblo, con la condición que me quedara con ellos.
Es por eso que año tras año, la tradición es sacar el santo de su hornacina, llevarlo en romería a las lomas de granados donde tiene su capilla y después de rendirle un merecido homenaje, es paseado por sus fieles por las lomas de los cerros…