miércoles, 16 de diciembre de 2009

El Niño de Barro

De nacimiento fui un niño distinto, no fui tan listo como los demás, todos me tenían lastima y me dejaban solo y abandonado. Las probabilidades eran según parecía que mi vida no iba a ser tan larga. En cuanto a mis padres; se separaron al poco tiempo de nacer. El primer recuerdo que tengo de mi mismo, es encontrarme tirado en un rincón de un cuarto. Mi abuela que era la única que me quería, se quedo a mi lado casi toda la noche. Y tal vez porque vio en mis ojos la muerte, me contó esta historia:
“Este era un hombre sabio y justo; y entregado al estudio de las sagradas escrituras. Después de tanto meditar, logró descifrar la palabra, que utilizó Dios para dar el don de la vida a Adán. Fabricó entonces un hombrecillo de arcilla e introdujo en su boca un papel con la palabra escrita. El muñeco de arcilla creció hasta convertirse en un hombre fuerte y de gran tamaño. Como el rabino no era Dios, no pudo dotar a este hombre de un alma. Era una marioneta animada sin voluntad propia y obedecía en todo a su creador. Pero había una prueba que le puso dios, antes de caer la noche el rabino debía retirar el papel o el hombre sin conciencia escaparía a su control.
Un sábado olvidó retirar el papel y la criatura se transformó en una fuerza destructora y destrozó el pueblo por completo. Cuando los hombres del pueblo lograron retirar el papel de su boca, el hombre sin alma se convirtió en barro. Desde entonces la ubicación del papel con la palabra mágica fue un secreto”.
Cuando la historia llego a su fin… mi abuelita suavemente y en silencio se acerco a mí; me cogió las manos y detenidamente observo la palma de mi mano izquierda, luego me dio un beso en la frente, abrió mi boca e introdujo un pedacito de papel y abandonó el cuarto. Al poco rato se aparecieron, los duendes, hadas, y brujas; los mismos que me atormentaban cada día. Y no eran cojudeces mías como decía el abuelo. Allí estaban todos juntos, velándome y dándome sus bendiciones y no les tuve miedo. Después de aquella noche, fueron disminuyendo poco a poco mis hemorragias nasales y mi memoria lentamente empezó a desarrollarse. Y como ninguno de mis padres llegó a recogerme, me quede a vivir en casa de los abuelos.

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