jueves, 17 de diciembre de 2009

La llorona


Poco a poco, a través de los tiempos la vieja tradición de La Llorona ha ido, borrándose del recuerdo popular. Sólo queda memoria de ella, en los pueblecillos lejanos, o en los labios de las viejas abuelitas, que intentan asustar a sus inocentes nietezuelos, diciéndoles: ¡Ahí viene La Llorona!
Huaral, en esa época era un pueblo de aldeanos, con unas cuantas casonas dispersas y en sus alrededores existían huertos, colcas y cebaderos de cerdos. Sus calles eran polvorientas, con veredas de madera y se alumbraban con faroles de kerosén que duraban encendidos hasta la medianoche.
La Principal calle, era la llamada por equivoco Derecha y aún se encontraban tendidos los rieles del tren de palpa.
Llegada la noche los vecinos se refugiaban en sus casas y trancaban las puertas con lo que tenían pues nadie quería asomar los ojos hacia afuera. A media noche y cuando había luna llena, despertaban espantados al oír en la calle tristes gemidos, de una mujer a quien le afligía sin duda una honda pena:
¡Ay de mis hijos, donde están mis hijos¡
En esos momentos los vecinos saltaban de sus camas y permanecían de rodillas santiguándose o persignándose hasta el amanecer.
¡Quien podría ser el valiente que se atreviese a salir a la calle ante ese llanto que causaba lastima y a la vez temor¡
Pero fueron tantos y repetidos y a la vez prolongadísimos estos lamentos que muchos osaron ver lo que afuera ocurría.
Por las ventanas y rendijas de sus puertas, lograron ver a la que en el silencio de la noche lanzaba tristísimos lamentos.
Era una mujer y vestía un traje blanco y un espeso velo cubría su rostro, con paso lento recorría las calles del pueblo y siempre llegaba a la plaza mayor y se arrodillaba al llegar al templo. Puesta de pie continuaba el camino de vuelta, calle arriba donde desaparecía.
La ciudad vivía verdaderamente aterrorizada.
Cuando se escuchaban los gemidos de esta mujer, más de algún valiente quiso salir a ver quién era la persona que emitía esos gritos tan angustiosos, costándole en ocasiones a unos la vida o a otros el juicio.

Hubo algunos envalentonados por el pisco, que al salir de las tabernas pretendían ir a su encuentro, encontrando en esta hazaña la muerte. Otros quedaron locos de la impresión y los menos, no volvieron a intentar esta aventura y preferían quedarse encerrados en sus casas.

“La llorona era una mujer que flotaba en el aire, con un vestido blanco y cubría su rostro con un velo espeso, que no permitía verle la cara. Cruzaba toda la ciudad con mucha lentitud; dicen los que la vieron que alzaba los brazos y emitía aquel quejido angustioso que asustaba a todos los que la escuchaban: ¡Ay, ay de mis hijos, donde están mis hijos! Luego se desvanecía en el aire”.
Esto pasaba todas las noches y tenía inquietos a los habitantes de la ciudad, pues nadie podía explicarse quien era esa mujer y cuál era la razón de sus lamentos.

Muchas eran las versiones que se daban en torno al suceso.
Unos decían que esta mujer había fallecido lejos de su esposo a quien amaba profundamente y que venía de ultratumba a verle y a llorarle, pues no podía estar con él, pues se decía que dicho caballero había vuelto a contraer nupcias con una bella dama y que ya la había olvidado completamente. Otras lenguas afirmaban que la mujer nunca pudo desposarse con el caballero, pues la sorprendió la muerte antes de que le diera su mano y la razón por la cual venía del más allá, era para volverle a ver, pues resultaba que el tal caballero se encontraba perdido en vicios que
Al decir de otras gentes, se creía que la mujer era viuda y que se lamentaba de esta forma, porque sus hijos huérfanos estaban sumidos en la más honda desgracia, sin que ningún corazón se moviese por ayudarlos. También se corría la versión de que la mujer era una pobre madre a quien le asesinaron a todos sus hijos y que su salir de la tumba era para llorarles.

Otros afirmaban que había sido una esposa infiel y que como no hallaba paz en la otra vida, venía del mundo de los muertos, con el fin de alcanzar el perdón por sus faltas cometidas en vida. Algunos decían que la mujer había sido asesinada por un marido celoso; se comentaba también que la famosa llorona era la romana, quien hacía poco había perdido a su esposo y se decía que era una mujer a la que ningún hombre podía satisfacer.

Esta historia que ahora muy pocos conocen, según mi abuela, quien fue la que me la contó, esta historia realmente sucedió, aún me pregunto quién podría ser esta mujer, de donde venia y a donde se fue. Misteriosamente desapareció para siempre y ya no se volvió a escuchar su quejido angustioso por las noches y por fin pudieron dormir tranquilos los habitantes de Huaral.

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